Sobre mí

sábado, 28 de abril de 2012

El cataclismo, parte 2 ("que vengan los monjes")


MacIntyre (1929-) afirma que en occidente se ha producido un cataclismo moral en algún momento de la historia entre la Edad Media y nuestro tiempo. Este evento ha tenido lugar durante lo que se ha llamado el período moderno.
El cataclismo, en resumen y generalizando, lo cual nunca da una visión correcta, consiste en pretender que la razón se convierta en el fundamento último de la moral. Este proyecto del pensamiento moderno, según MacIntyre, fracasa estrepitosamente. La racionalidad se puede aplicar de muchas maneras, y ninguna es capaz de dar una razón apodíctica del comportamiento.
Así que, actualmente, como herederos del pensamiento moderno fracasado, nos encontramos ante una disyuntiva: o entregarse a las tesis de Nietzsche, que renuncia a la racionalidad, o volver a Aristóteles.
Nietzsche, llevado a sus últimas consecuencias, nos conduce al nihilismo y al absurdo; por tanto, al relativismo moral. Aristóteles nos da en sus obras una ética basada en las virtudes, que hay que actualizar a nuestros días. Y estas virtudes, sólo tienen sentido en una “comunidad” con una coherencia entre todos los ámbitos de la vida. Y esto parece que hoy en día sólo es posible en comunidades pequeñas. Un ejemplo de ello son las comunidades monásticas. Por ello, acaba MacIntyre su libro Tras la virtud diciendo: “No estamos esperando a Godot, sino a otro muy diferente: a san Benito”.

viernes, 27 de abril de 2012

Pero... ¿la flecha se mueve o no?

Empecemos por el planteamiento más obvio: 
- ¡Mira! El movimiento se demuestra andando. -podríamos afirmar mientras nos desplazamos de un lado para otro gracias  nuestras piernas.
- ¡Ah! ¡Falso! -nos podrían replicar-. Por ese procedimiento no se demuestra el movimiento, sino que se muestra. La demostración requiere de una argumentación lógica. Y hay realidades tan simples y sencillas que no pueden ser demostradas. Una de ellas es el movimiento
- Pero, ¿no es obvio que las cosas se mueven?
- ¡Por supuesto! 
- ¿No es de sentido común? 
- ¡Sin duda!. 
- Entonces, seguro que se puede demostrar. 
- ¡Pues no! No es tan sencillo. 

A veces, el trabajo del filósofo consiste en dar palabras a lo que es tan obvio que nunca nadie antes le ha puesto nombre. ¡Ardua tarea!
Por eso, no es de extrañar que haya habido pensadores en la historia que hayan pretendido demostrar lo contrario, es decir, que el movimiento no existe. Por ejemplo, Zenón de Elea (antes de 485 aC - 430 aC) decía que el movimiento es una pura ilusión. Da varios argumentos, pero el más simple es el de la dicotomía. Si lanzo una flecha para que impacte en una diana, no podrá llegar jamás; porque para ello tendrá que recorrer, primero, la mitad del espacio y, antes, la mitad de la mitad, y así sucesivamente. El espacio de puntos intermedios por el que tendría que pasar sería infinito. Por tanto, es imposible que llegue a la diana. Sin embargo, vemos que la flecha la alcanza. Por eso, Zenón afirma que el movimiento de la flecha es una pura ilusión.

miércoles, 25 de abril de 2012

Dejar de ser persona para convertirse en masa


En el minuto 11:30 de este vídeo Stalin, el terror rojo Edvard Radzinsky, biógrafo del dictador soviético, afirma: "Creo que lo más terrible del imperio bolchevique fue que era un imperio ateo. Acabaron con la religión en Rusia y el resultado fue terrible: dejaron de ser personas y se convirtieron en masa".

Marx (1818-1883) caracterizó a la religión como opio del pueblo. Es cierto que la religión puede servir para justificar injusticias sociales. Sin embargo,  no puede negarse la verdad de la afirmación del señor Radzinsky.
La religión es una realidad, por tanto, que puede ser pensada como opio del pueblo o como la garantía de la dignidad personal de cada ser humano de una determinada sociedad. Y esto es algo tan paradójico como fascinante.
Toda ideología que no cree en Dios, misteriosamente, deja de creer en el hombre. Aunque le pese a Nietzsche (1844-1900), que nos conminaba a ser fieles a la tierra y matar a Dios. Sin Dios el ser humano se acaba convirtiendo en un objeto necesario para el encumbramiento o desarrollo de otros seres humanos, es decir, en un instrumento y no en un fin en sí mismo. La religión ilumina la visión que tenemos de nosotros mismos y sitúa la imagen del ser humano en el lugar que, idealmente, le corresponde dentro del mundo. Y esto es lo paradójico: da la impresión de que debería ser al revés, es decir, que sin Dios se encontraría mejor este lugar.

Por eso, decía Karol Wojtyla (1920-2005) que cualquier antropología que dejara de lado a Dios se volvía en contra del hombre. Y esto lo vivió muy de cerca durante la ocupación nazi de su país, Polonia, y la ocupación soviética durante la segunda mitad del siglo XX. En la película Karol, el hombre que fue Papa, la amiga de Karol ha comprobado la malignidad a la que puede llegar el ser humano por una ideología con una visión inadecuada del ser humano, y se pregunta el porqué (minuto 49:50 del siguiente vídeo). Minutos antes se muestra una escena trágica en la que los judíos están siendo trasladados a los vagones de un tren que se dirige a un campo de concentración.

Se puede vivir con el mal imaginado, pero no el vivido

lunes, 23 de abril de 2012

!Se puede saber qué es la filosofía!


Algunos con cierta sorna, y otros con sinceridad, no exenta de cinismo, afirman que la filosofía es la ciencia con la cual o sin la cual al final te quedas tal cual. Pero no hace falta ser un experto para saber que se trata de una definición no demasiado estricta.

Los más puristas la definen como aquel conocimiento organizado de todas las cosas por sus últimas causas y sus primeros principios. Quizá también con esta definición nos hemos quedado "tal cual" (de ahí la mala fama de la filosofía). 

Pero, si el conjunto no se entiende, vayamos por partes. Expliquemos cada uno de los términos implicados en la definición. 
Empecemos por conocimiento organizado, que es otra forma de decir ciencia, pero, como esta palabra está demasiado enfocada hoy en día a las ciencias experimentales con sus probetas, pipetas y mecheros de Bunsen, se ha optado por la expresión “conocimiento organizado”. 
A continuación, la definición informa del objeto material de esta ciencia, es decir, de qué es lo que estudia. Y nos dice que estudia “todo”. Eso es. (Y tan grande es el todo que hasta incluye a la nada.) 

Y finalmente nos explica el objeto formal de la filosofía, es decir, el punto de vista desde el cual se estudia el objeto material. Cuando decimos que la filosofía estudia todo desde el punto de vista de los primeros principios y de las últimas causas, ¿a qué nos referimos? No es fácil explicarlo, porque estamos acostumbrados a las causas inmediatas y a los efectos prácticos. 

Si nos preguntamos cuál es la causa de nuestra propia existencia, responderemos rápidamente: "mi padre y mi madre". Esto no es falso. Sin embargo, si profundizamos más, sin los progenitores de nuestros padres, ni sus progenitores ni los progenitores de sus progenitores, etc. tampoco existiría yo. ¿Significa esto que las últimas causas son las más alejadas de los efectos en el tiempo, aquellas que no tienen otra antes? Así es, pero nuestra existencia tampoco podría explicarse sino fuera por los elementos químicos que forman nuestro cuerpo. Estos serían una causa "cercana". Sin embargo, no explican todo mi yo, porque estos elementos químicos por sí mismos, no son yo. Parece que hay algo más en mí que les da unidad. Intentar explicar esto también es un tema eminentemente filosófico. 
Pero subamos las apuestas: la filosofía no solo se pregunta sobre el porqué de la existencia de un objeto o persona concretos, sino que se eleva hasta la más radical de las preguntas: ¿por qué existe algo en vez de nada? 

viernes, 20 de abril de 2012

Ya seré bueno luego

Lo siento por Descartes (1596-1650), pero no puedo dejarlo, es como un mal vicio. No contento con perder el mundo y recurrir a Dios para asegurarse de que sigue existiendo, ¡también ha perdido la moral! La moral se deriva de la concepción del mundo, pero el problema es el de siempre con Descartes: si dudo, lo considero falso. Si concibe un mundo incierto, sembrado de dudas y, por tanto, falso, ¿qué forma de comportarse se deriva de ello? Pues ya te lo digo yo, amigo Descartes: ninguna. Ahora bien, como el señor Cartesius (pues tal le llamaban en latín) no se atrevía a decir algo así en su época, porque en el fondo no era tan iconoclasta ni tan nihilista, nos explica que quiere desarrollar una ética a partir de aquella primera certeza. Pretende, entonces, una ética basada en evidencias tan claras y distintas como el "pienso, luego existo". A ver, no nos engañemos: con estas palabras se te ponen los pelos de punta: "Y si lo consigue...". Pero, ¡qué va! Promete e incumple como un mal político. Por eso, acaba diciendo que adoptemos una moral provisional. Es decir, que nos comportemos como lo hace la gente que nos rodea, sin destacar demasiado ni por exceso ni por defecto. O sea, que seamos buenines, que ni robemos ni matemos, que cumplamos las promesas y que nos amoldemos a las costumbres de la sociedad. Es que con este francesito hay que acabar siempre igual: ¡Olé, machote! ¿Para eso tanto lío?

jueves, 19 de abril de 2012

¿Creación o "Big Bang"? A lo mejor no importa tanto


"Al principio creó Dios el cielo y la tierra". Así comienza el libro del Génesis, el primero de la Biblia. A pesar de que un ateo o un agnóstico podría reírse de esta frase por nombrar a Dios y olvidarse del Big Bang, estas palabras han cambiado la forma de ver el mundo y han configurado nuestra mentalidad cultural como occidentales.
Los griegos y los romanos concebían la historia cíclicamente. Los días, las estaciones, las cosechas... todo volvía a repetirse. De ahí el famoso dicho latino: Nihil novi sub sole (nada nuevo bajo el sol). También la historia humana, insertada dentro de los ciclos naturales debía ser, por tanto, cíclica.
Sin embargo, un pueblo semítico, llamado hebreo, estaba convencido de que la historia era lineal. La historia de los hombres tenía un principio y un fin. El mundo había sido creado por un único Dios, quien con su Providencia acompañaba a los hombres hasta la consumación de la historia.
Del judaísmo surgió el cristianismo, que no modificó esta concepción de la historia. Y del cristianismo la hemos heredado todos los europeos y una buena parte del resto del mundo.
El dogma cristiano de la segunda venida de Cristo introdujo en el imaginario cultural la idea de que la humanidad avanza hasta ese momento culmen, que implica el final de la Historia, el juicio final y el cielo o el infierno. Llamaremos progresismo cristiano a esa forma de pensar que cree que la historia avanza hacia un punto álgido, guiada por la Providencia, hasta la segunda venida de Cristo.
Los iluministas contemporáneos de la revolución francesa habían descartado a Dios, pero se quedaron con la concepción lineal de la Historia. Uno de ellos, un tal Condorcet (1743-1794), había concebido que la historia progresa y cada etapa es mejor que la anterior, a no ser que haya períodos oscuros y bárbaros, como, según él, la Edad Media. Por supuesto, esto le llevaba a concluir que su propia época era la mejor de la historia.
Pero, si heredaron del cristianismo el concepto de historia lineal progresante, pero sin Dios, sin venida de Cristo, sin cielo ni infierno eternos, ¿hacia qué progresa el ser humano? Si se quiere mantener el concepto de progreso lineal hay que sustituir ese punto álgido, esa culminación de la historia. El ser humano avanza hacia la consecución de lo máximo que quiera y desee alcanzar. Y esto se puede ver de dos maneras. 1) lograr la mejor versión del ser humano (¿hacerse similar a Dios?) o 2) conseguir el paraíso en la tierra. Marx (1818-1883), por ejemplo, sitúa el final de la historia en el momento en que la humanidad alcanza el comunismo real.
Como se ve se trata de conceptos religiosos laicizados, porque el progreso indefinido del hombre en la historia es un calco laico del progresismo cristiano. Y la necesidad de que lo que venga luego sea mejor que lo que hay, sólo por el hecho de que lo hace el ser humano, obedece a un acto de fe tan grande o más que el del cristiano en la segunda venida de Cristo.

viernes, 13 de abril de 2012

¡Que baje Dios y lo arregle!


No todos lo dramaturgos griegos y romanos eran tan buenos como Sófocles o Plauto. Algunos necesitaban un curioso recurso, muy socorrido y piadoso, para hacer que la trama de sus obras concluyera. Consistía en la aparición de un dios que imponía orden y concierto. Así, se acababa de forma fácil lo que tenía visos de ser una representación inacabable a corto o mediano plazo. Esta divinidad aparecía en escena traída por una especie de grúa, que la colocaba en medio del escenario. Una vez bien allí, hablaba y ponía a cada uno en sus sitio. Se le llamaba Deus ex machina, es decir, un dios que viene con un aparato mecánico.

Días atrás dijimos que Descartes (1596-1650) había dudado tanto de sus sentidos y de su inteligencia que no podía aceptar la existencia del mundo. Pero, después de “pensar y, por tanto, existir” (pero existir él solo, porque solo se percibe a sí mismo como pensante), trae “a escena” una especie de teatrero Deus ex machina que le saque del embrollo en el que se ha metido. Dice: “Tengo unas ideas muy claras y distintas del mundo. Si es así, es porque Dios las ha puesto en mí. Y Dios no puede engañarme, porque es infinitamente bueno”. ¡Madre mía, Descartes! ¡En qué líos te metes tú solo!

miércoles, 11 de abril de 2012

La bolas de billar de Hume


Permítaseme ser irónico. Si David Hume (1711 - 1776) dice que algo no es evidente, pues hay que creérselo. No importa que siempre hayamos creído que, si una bola de billar choca con otra, causa el movimiento de esta última. Hay que tener fe en Hume. No hay pruebas de que esto sea así. Lo único que podemos constatar es que después del choque, la primera bola se frena y la segunda se pone en movimiento. En términos latinos: no se trata de un movimiento propter hoc (por causa de eso), sino de post hoc (después de eso). Lo que ocurre es que lo hemos visto ya tantas veces, y nos hemos acostumbrado a ello, que hemos creado un hábito mental que nos ha llevado a inventar algo llamado causalidad. ¿Tenía razón o no? Es que hay que creer en Hume. Nunca, entiéndase la ironía, nunca en la evidencia.

lunes, 9 de abril de 2012

¡Atención: cataclismo!


“En nuestra cultura occidental ha habido un cataclismo”. Eso dice Alasdair MacIntyre (1929- ), profesor de Filosofía en la Universidad de Notre-Dame, Indiana, Estados Unidos. ¿Cómo lo sabe? Su diagnosis sobre el panorama ético actual es muy curioso y de una energía contundente. Al ver los interminables debates éticos que se producen en nuestro mundo, por ejemplo, con el tema del aborto, llega a la conclusión de que los interlocutores de estos debates pertenecen a paradigmas éticos irreconciliables. Por ello, entiende que es imposible que se pongan de acuerdo.
Intenta analizar cómo hemos llegado a esto. Descubre que a nuestro tiempo nos han llegado solamente pedazos inconexos de una tradición que hace siglos existía completa y era coherente en todos los ámbitos de la vida. Es decir, la moral era coherente con la política y con la enseñanza y así también con todos los ámbitos de la vida.
Entonces se plantea: ¿Qué ha ocurrido? Pues para MacIntyre está claro: “Señores, en algún momento de la historia ha habido un cataclismo que ha roto en pedazos la coherencia de la vida social. Hay que buscarlo”.
He aquí dos que no son capaces de entenderse.

domingo, 1 de abril de 2012

El obispo Berkeley no ha visto Matrix


En el siglo primero antes de Cristo ya dijo Cicerón (106 aC - 43 aC) que no había tontería que no hubiera sido dicha por algún filósofo. Veinte siglos después seguramente podremos encontrar muchas más versiones de cualesquiera de esas tonterías.
Por ello, la idea de vivir en un mundo irreal, presentada en la película Matrix (1999), no es ni mucho menos original. Ha sido propuesta, por ejemplo, por Descartes (1596-1650) como parte de su duda metódica. Si a veces hemos confundido el sueño con la realidad, diría él, ¿cómo sabemos que no lo confundimos siempre? O por Calderón de la Barca (1600 - 1681): "¿Qué es la vida? Un frenesí / ¿Qué es la vida? Una ilusión, / una sombra, una ficción. / Y el mayor bien es pequeño, / que toda la vida es sueño / y los sueños sueños son". 
Quizá la novedad de Matrix reside en el hecho de que un programa informático proyecta directamente en los sentidos de las personas lo que deben percibir, sin ser ello real, sino una simple simulación.
A caballo entre los siglos XVII y XVIII existió un británico llamado George Berkeley (1685-1753) que sostenía que la existencia del mundo no era más que una creencia sin fundamento. Lo que nosotros percibimos a través de los sentidos no son más que estimulaciones que Dios pone directamente en nuestros sentidos. El mundo físico, por tanto, sólo existe en nuestros sentidos, en forma de estímulo. Uno puede pensar que el colega Berkeley estaba pirado, o que el día que se le ocurrió esto, no había controlado la hierba que se fumó. Seguramente no hay que hacerle mucho caso. No lo niego, pero su sistema es prácticamente irrefutable. ¿No es inquietante? ¿Y si tenía razón?

Máximo Decimo Meridio, un estoico con espada

Ah, " Gladiator "... esa película donde Russell Crowe, disfrazado de Máximo Decimo Meridio, nos da una lección de filosofía mientr...